Por: Gerardo Soriano Ángel
En la tradición de las sucesiones presidenciales mexicanas, no son pocas las historias que han rayado en la tragedia: desde el asesinato de Francisco Serrano, hasta el magnicidio de Luis Donaldo Colosio, pasando por el movimiento de Juan Abreu Almazán, quien no pertenecía a la llamada “familia revolucionaria”.
En todos los casos hay una constante: la confrontación entre el candidato elegido por el presidente en turno y aquél que no resultaba ungido como el candidato oficial, por lo que pasaría a engrosar las filas de la oposición.
Aunque no siempre esta confrontación representaba necesariamente un choque de posturas sobre el rumbo que debería tomar el país, como sucedió con Francisco Serrano, quien pertenecía al fuerte grupo Sonora, y quien fue perseguido y ultimado por Calles y Álvaro Obregón, cuyo asesinato marcó el inicio del llamado Maximato, en el que el antiguo cantinero y sembrador de naranjas, gobernó el país después del movimiento armado.
Esto sucedió, hasta la llegada de Lázaro Cárdenas, quien, según narra magistralmente José Emilio Pachecho en su crónica, La sombra de Serrano, rompió con Plutarco Elías Calles, a cuyos seguidores que ocupaban un cargo en su gabinete, el general Cárdenas exigió su renuncia, mientras “sugería” a Calles exiliarse en los Estados Unidos.
Con la instauración del presidencialismo, el cardenismo originó el surgimiento del PAN, partido que aglutinó a aquellos sectores sociales que no se vieron favorecidos por el presupuesto público. De esos días data el ITAM, escuela que buscaba formar a los futuros políticos que gobernarían en el país (de esa escuela son egresados grandes doctrinarios del neoliberalismo, como Pedro Aspe Armella o Luis Videgaray).
Fue entonces cuando vino el cambio de timón y el presidente Lázaro Cárdenas optó por elegir como su sucesor a su secretario de la Defensa Nacional, Manuel Ávila Camacho, y dejó a la vera del camino a Francisco Múgica. Esta elección marcó el destino contemporáneo de nuestro país, entre la derecha y la izquierda.
Recordemos que Manuel Ávila Camacho representaba los intereses del empresariado mexicano, de la CTM, del grueso de gobernadores y senadores revolucionarios; y del gobierno de los Estados Unidos en nuestro país; mientras que Múgica era el candidato natural de la izquierda, ésa que se había visto favorecida en el gobierno de Cárdenas.
Todo esto viene a cuento, porque hoy, en la adelantadísima sucesión presidencial, ya hay dos proyectos de país que se están enfrentando en diferentes ámbitos y niveles de la vida pública y privada de nuestro entrañable México: aquél que llegó al poder en 2018 a través de la figura de Andrés Manuel López Obrador y el de quienes se han visto “destetados” del presupuesto federal y los jugosísimos negocios que hacían al cobijo del presupuesto público.
Sin duda alguna, la Jefa de Gobierno, Claudia Sheimbaun, representa la continuidad y profundización de políticas públicas que en este gobierno han beneficiado a los más desprotegidos de la Nación.
Guste o no, para buena parte de ese 68 o 70% de quienes apoyan al presidente hoy en día, el hecho de recibir dos mil o tres mil pesos mensuales o bimestrales, representa un alivio a la disyuntiva de comer un día o no; mientras que para el otro sector de la población dar dinero equivale a un despropósito. Hoy esos apoyos ya son ley y representan una obligación para el gobierno.
Y no solamente es la ayuda económica que llega directamente a ese sector de la población que nadie atendía, está la reforma educativa, el aumento al salario, la incentivación de regiones pobres del país, mediante obra pública, como los caminos rurales del estado de Oaxaca; y está la Reforma Energética, misma que no busca nacionalizar el ramo, sino devolver la rectoría de los recursos energéticos al Estado mexicano.
Es esta Reforma energética, la que la némesis de Claudia Sheimbaun, Ricardo Monreal, eligió como frente de batalla para competir desde ya, no solo por la candidatura de Morena a la presidencia, sino por la presidencia misma.
Ha dicho el senador zacatecano y ex Delegado en Cuauhtémoc: “Para ser aprobada, la Reforma Energética enviada por el ejecutivo, debe ser suavizada”. ¿A qué intereses representa Monreal con esta declaración? Seguro no a los del presidente y a los de su proyecto de gobierno.
Ya antes, Monreal ha ganado cargos de elección a través del chantaje y el amague: Fue así como se quedó con un escaño en el senado y con la presidencia de ese poder legislativo. A Ricardo Monreal se atribuye también la operación electoral que llevó a Morena a perder alcaldías clave en la CDMX.
En este contexto, es que se debe leer la propuesta de dictamen que en el TEPJF, el magistrado Indalfer Infante presentó para devolver el registro como partido político a Fuerza por México, instituto con lazos muy estrechos con Ricardo Monreal.
De esta manera, en caso de que Monreal no fuera candidato de Morena a la presidencia, tendría en Fuerza por México una plataforma política para postularse y no “quemarse” si es abanderado por el PRI, PAN o PRD o MC, institutos que representan los intereses, como en el pasado, del empresariado y los grandes capitales, como los de don Claudio X.
Así que el Monrealismo está al ataque y cuenta con senadores afines que lo apoyan y quienes lo han invitado a sus eventos políticos en diversas partes del país. Sin embargo, esos políticos han cometido un error de cálculo garrafal: apostaron a tomarse la foto, con quien desde hace mucho tiempo, perdió toda simpatía en Palacio Nacional.
Claudia y Ricardo son los nombres de pila de dos políticos que encarnan hoy en día dos proyectos de país. La Jefa de Gobierno de la CDMX siempre ha militado y defendido las causas de la izquierda. Monreal, no. Se deslizó a la izquierda cuando le fueron cerradas las puertas del PRI. Hoy que se le vuelven a cerrar, se ha deslizado otra vez al centro.
No en vano fueron las palabras del presidente, quien en una de las mañaneras recientes, le lanzó a su todavía coordinador en el Senado: “No es bueno correrse al centro. Es tiempo de definiciones”. Y Monreal, ya se definió contra los intereses de las mayorías.
Y hablando de fotos. Quien no está nada perdido y sí ha entendido el juego por el poder, es el gobernador, Alejandro Murat, quien muy sonriente aparece junto a Claudia Sheimbaun, en una fotografía que circuló en redes sociales, en el corazón de la República, en el marco del 3er informe de gobierno, evento al que, por cierto, no llegó Monreal por problemas de tránsito. ¿Así pues o más claro?
Gerardo Soriano es Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por la UNAM y maestrante en Docencia Universitaria, por la Universidad Simón Bolívar. Ha sido periodista en El Imparcial, e-consulta de Oaxaca y corresponsal de Notimex, en Oaxaca