Hay cosas que nunca cambian
Por: Gerardo Soriano
Es increíble mirar cómo pasan los años y que todo aquello que va construyendo la cotidianidad de las personas, permanezca intacto, como si esa inmovilidad fuera una metáfora de la resignación de que, para una gran mayoría de oaxaqueños, el futuro está vedado y de que la vida pasa, sin pasar.
Tal vez usted, amable lector, no se ha dado cuenta de que hay paisajes de la Verde Antequera que no más pasa la locomotora del tiempo, pero siguen igual, con una manita de gato, pero exactamente igual.
Este hecho no pasa inadvertido para el viajero, quien llega a la ciudad por cualquiera de sus entradas: para el que llega del centro del país, ahí está el mimo Monumento a la Madre, con sus resanadas y reparaciones, pero con la misma hierba crecida. Ahora de un color, ahora de otro.
Sucede lo mismo con quien entra a la Verde Antequera por el sureste: el monumento a Juárez se erige como una remembranza de un pasado efímero, sin que se haya construido un presente prometedor para todos.
¿Y qué me dice usted de la Central de Abastos? Todavía hace unos años, cualquier persona podría internarse por la noche en ese enorme mercado, para ir a la central de segunda clase a esperar su corrida de autobús que lo lleve de regreso a casa. Hoy eso es imposible, quien intente hacer ese recorrido nocturno, debe hacerlo con una mano delante y otra detrás.
Ya no digamos las cuadras que conforman las calles de Las Casas y la antigua zona del llamado pueblito: ese cuadro del lumpen condenado a la perpetuidad.
Sin embargo, hay zonas que sí han visto una notable transformación: ¿qué tal las residencias modernas y lujosas que se han levantado en la zona de San Felipe del Agua y la colonia Reforma? Monumentos de la inequidad y de que para pocos sí ha habido porvenir y futuro en Oaxaca y de que aprendieron el apotegma de la imoralidad: “es un error vivir fuera del presupuesto”.
¿Qué tal la proliferación de plazas comerciales? Verdaderos espejismos que de vivimos en un presente de prosperidad, como si esta se midiera por la capacidad de consumo de la población, mientras hay personas que viven sin agua, en las laderas de los cerros que rodean la capital del estado.
Y todo esto viene a cuento, porque en estos últimos días, una figura fantasmal de la alcaldía Álvaro Obregón, de la CDMX, ha comenzado a hacer acto de presencia en algunas zonas del estado, a través de una campaña publicitaria, más digna de un programa televisivo de esos que se dedican a flechar parejas, que de las necesidades de la población.
Como si con un corazón abierto y una sonrisa magnánima se quisiera decir: “aquí estoy presente para lo que se necesite”, ahora que se viene el próximo proceso electoral para cambiar gobernador.
Después de un paso desastroso por la Secretaría de Seguridad Pública del Estado, en el que la promesa de una modernización de la policía del estado, solo alcanzó para construir castillos en el aire, Alberto Esteva se ha destapado como otro suspirante a una candidatura al gobierno del estado.
Apostándole a la desmemoria a largo y corto plazo de los oaxaqueños, Alberto Esteva quiere erigirse como una alternativa “de cambio progresista”, cuando viene de fracasar como alcalde en Álvaro Obregón, donde sus cuadros fueron incapaces de retener la alcaldía para Morena y donde el partido guinda sufrió una estrepitosa derrota frente a una militante de PROVIDA, como Lía Limón.
Mientras los problemas que enfrenta la entidad crecen, ahí va el “diáfano” Albero Esteva, cual personaje de una novela rosa de Corín Tellado, susurrando a los oaxaqueños y dándose golpes de pecho, en una campaña publicitaria más digna de un reality show que de un político que en su currículum presume una larga carrera administrativa de más de 35 años.
Hay cosas que nunca cambian y colores que por más que se les dé su brochazo, siempre permanecerán iguales, como el gris. En Oaxaca, nos merecemos mucho más que políticos así.
Un abrazo solidario a mi querida amiga y excelente periodista, Jacqueline Robles, quien haciendo honor a su nombre, nos da ejemplo de fuerza y resistencia.
Gerardo Soriano es Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por la UNAM y maestrante en Docencia Universitaria, por la Universidad Simón Bolívar. Ha sido periodista en El Imparcial, e-consulta de Oaxaca y corresponsal de Notimex, en Oaxaca
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